Y aquí es donde viene la pregunta del millón, ¿Qué hacer cuando pase esto? Ante todo, mantener la calma
No sirve de nada entrar en una espiral de gritos contra el niño para que se calme, ya que ocasionaremos el efecto contrario. Es preciso que el padre o madre esté calmado, para ello, respirar hondo todas las veces necesarias, observar que el niño/a no se haga daño ni se lo haga a otras personas, si fuera el caso tendríamos que contenerlo para que no se haga daño, pero sin decirle nada, dejándole expresar la emoción sin inconveniente. Si el niño/a simplemente llora, sin hacerse daño a él o a los demás, no debemos entrar en contacto con él/ella, solo mantenernos cerca, sin tocarle ni hablarle, haciéndole ver que estaremos para ayudarle una vez se haya calmado, pero que esa situación de llanto descontrolado no consigue el objetivo que tenía planteado, por ejemplo, conseguir esas galletas que él/ella quería.
Una vez terminada la rabieta, no hablar sobre ella ni demostrar al niño/a que no te ha gustado lo que ha hecho, y, sobre todo, nunca decirle que es un niño/a malo/a por lo que ha hecho. Tiene que parecer que no nos hemos dado cuenta de la rabieta, si hacemos caso en el momento de la rabieta o le damos esas galletas que quería, estamos perdidos, ya que el niño/a interpretará esa actitud como una manera de conseguir lo que quiere, lo cual puede llevar a que la utilice seguidamente.
Lo que sí podemos, y debemos hacer, es enseñarle a reconocer y gestionar sus emociones, es una de las partes de nuestro programa Kitsune, a los más peques de la casa se les enseña a reconocer sus emociones y posteriormente a gestionarlas. Para ello, desde casa podéis usar el cuento de El Monstruo de los Colores, para los/as niños/as es muy atractivo ya que pueden identificar las emociones por colores, así cuando noten que se están enfadando os podrán decir “me estoy poniendo rojo”, y podréis anticipar la rabieta enseñándoles a relajarse, para ello un libro muy recomendable es Respira.
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